viernes, 7 de febrero de 2014

Parapsicologia para Parapsicólocos


Por todos es conocida la impetuosa necesidad del ser humano de creer en algo. Dioses, karmas, destinos y casualidades, alineaciones planetarias... Todas ellas han sido sujeto de admiración por el hombre. Pero claro, teniendo en cuenta que el dios más grande hoy en día es Don Dinero, no es de extrañar que las “necesidades espirituales” de la gente hayan sido objeto de fraudes y estafas.





El caso de los misterios de la Iglesia y sus consecuentes engaños es de digna mención, pero mejor lo dejamos para otro día, porque necesitaría varias entregas. Vamos a centrarnos en la parapsicología, esa “ciencia” (como todo en pleno siglo XXI) que investiga aquello que va más allá de lo que nuestra mente puede entender.


Extraños rostros en paredes que pueden ser propios de humedades, psicofonías que están a la altura del gallo de Montserrat Caballé en el anuncio de Navidad y apariciones fantasmales que se quedan cortas si ves llegar a banqueros y políticos españoles.





Es difícil determinar dónde empiezan las cosas extraordinarias y dónde las estafas a no ser que, como en el caso del Triángulo de las Bermudas, se demuestre que es la acumulación de hidratos de metano en el fondo del mar la que hunde los barcos, y no la acumulación de flatulencias del mismísimo Satán.


Lo mismo ocurre con el extraño “Caso Roswell”, la autopsia a un extraterrestre, que tras enumerables reportajes se demostró que era un muñeco más falso y tipificado que las tetas de Belén Estaban, con quien comparte ciertos aires, todo hay que decirlo.


Caso Roswell, se demostró que era un muñeco.

Belén Esteban en la mesa de operaciones, sometiendose al arreglo del último estropicio de su nariz.

La verdad queridos amigos, relativa pero la verdad, es que el ser humano se arrodilla ante todo lo que le exculpe de aquello que ocurre a su alrededor. Sí señores, el hombre se arrodilla ante esas cosas que explican lo que les sale mal, les baja los pantalones, y les hace una mamada digna de dos rombos. Pero eso no es lo peor, ¿eh? Lo peor es que encima, ¡pagan!


Así que como diría el maestro Freud, ante quien yo misma me agacharía para hacerle una mamada: “Sería simpático que existiera un Dios, un orden moral en el universo, un algo. Pero es muy decepcionante que la raza humana se vea obligada a desear que esas cosas existan para ser feliz”.

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