La vida es como una gran obra de teatro en la que cada uno interpreta el papel de su vida. Cada una de nuestras vivencias marcan el siguiente paso en el escenario, enmarcan la interacción con los demás. La vida nos da la oportunidad de ser actores, guionistas o directores cada vez que atravesamos la puerta al salir de casa y nos disponemos a tomar decisiones.
Y es que el teatro es magia. Como el vivir, mismamente. El teatro es capaz de hacerte sentir vivo, de hacerte sentir libre, de hacerte SENTIR; simplemente. ¡Y es que el placer de adentrarse en otras vidas es taaaaaan apasionante! Poca gente lo prueba y no queda enganchada.
Y es que, como ya he dicho, el teatro es magia. Sí, magia pura. Pero el teatro, sobretodo, es droga. La droga de las mentes libres. La droga de las personas que canalizan sus ansias de comerse el mundo mediante personajes que les ayudan a crecer, a hacerse grandes. La droga de los bohemios que todavía piensan que la interpretación es capaz de salvar hasta las almas más perdidas.
"Puedo elegir cualquier espacio vacío y llamarlo escenario. Una persona atraviesa este espacio mientras otra la observa y eso basta para que el acto teatral se desencadene."
(Peter Brook)
(Peter Brook)
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