La
Bella Durmiente. Aquella pobre adolescente que, tal y como nos ha
hecho creer Disney, cayó en la maldición de una bruja y se pinchó
con una aguja mientras cosía al cumplir los 16, cayendo en un
profundo sueño durante 100 años, estando bajo la guarda y custodia
de 3 hadas un poco bastante peculiares. Como podéis imaginar, llega
el príncipe de turno, para variar, le da un beso de película (nunca
mejor dicho) y revive, final feliz, como no podía ser de otra forma.
El
cuento real, creado por Basile, para empezar, no se llamaba así. El
título era "Sol, Luna y Talía". Obvio, aquí la
princesita no se llamaba Aurora, sino Talía. Y, además, no era
princesa, era hija de un caballero. Lo de la maldición, en cambio,
sí que es verdad. Solo cambia que no se pinchó cosiendo, sino con
una espina envenenada.
Cuando
cae en el profundo sueño, aparece un rey que intenta despertarla
pero no lo consigue. Un rey casado, ¿eh? Que ese es un dato
importante para lo que viene ahora. Pues bueno, resulta que el rey no
estaba muy satisfecho sexualmente porque, pensando que la muchacha
estaba muerta, la violó y se dio a la fuga. Nueve meses después,
ella se despertó del sueño, oyó unos llantos y descubrió que
había dado a luz a gemelos. A todo esto, se supone que ella se
despierta porque uno de los bebés le arranca la espina al chuparle
un dedo.
El
rey se enteró de que había sido padre porque se lo dijo una
hechicera y, entonces, fue al rescate de la bella durmiente y de los
gemelos. Inocente de él, los llevó al castillo. Su esposa, en un
ataque de celos, intentó matar a los bebés y dárselos de comer al
monarca. La pillaron y la mataron, como era de esperar. Después de
eso, Talía (más conocida como Aurora) se enamora del padre y
salvador de sus hijos, olvidando que fue su violador, y se convierte
en la nueva reina tras casarse con él.
El resto ya lo sabéis: fueron felices y comieron perdices. O no...
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